Dejamos la lata en la nevera la noche anterior.
Le quitamos la tapa, retiramos la capa superior de grasa que estará dura y la echamos en un bol.
Vamos añadiendo poco a poco el agua de coco que está en la parte inferior hasta obtener la consistencia que nos guste, removiendo con un tenedor. Yo le eché 4 cucharadas, pero la cantidad puede variar en función de vuestro gusto o de la leche de coco que uséis (no todas las marcas son iguales).
Si queréis que el yogur os quede con una consistencia perfecta y sin grumos, lo ideal es batirlo en la batidora, pero no es necesario.
Echamos el polvito que hay dentro de las cápsulas y desechamos el envase. Removemos.
Tapamos el bol con un paño y dejamos reposar el yogur durante al menos 12 horas en un lugar oscuro y seco. Cuanto más tiempo lo dejéis, más ácido será.
Cuando ya ha fermentado, podemos echar el sirope o cualquier otro endulzante al gusto para que esté más dulce. Este paso es opcional.
Pasado ese tiempo, lo guardamos en un recipiente hermético en la nevera. Puede durar hasta 4 días.