Echamos el aceite en un cazo y lo calentamos.
Añadimos la harina y removemos para que se integre. La dejamos en el fuego un par de minutos hasta que se dore.
Agregamos la leche muy poco a poco y sin dejar de remover para que no salgan grumos. Hay quien dice que sale mejor con leche caliente, pero nosotros utilizamos leche fría o del tiempo ya que nos sale perfectamente y nos ahorramos calentarla, lo importante es remover bien y añadirla lentamente. En función de la harina que utilicéis es posible que necesitéis añadir más leche, así que si veis que os queda demasiado espesa le echáis más y listo.
Para terminar, echamos sal, pimienta y nuez moscada al gusto, teniendo cuidado de no pasarnos con esta última porque aporta mucho sabor.