En una jarra o recipiente colocamos una gasa, paño o tela y lo sujetamos con una gomilla o con el método que se os ocurra (podéis ver una foto más abajo por si no os hacéis a la idea).
Echamos el yogur y lo metemos en la nevera durante al menos 8 horas para extraer el suero y que quede una consistencia de queso. En nuestro caso lo dejamos 24 horas.
Pasado ese tiempo sacamos el queso, lo echamos en el recipiente en que queramos conservarlo y le añadimos sal. Probadlo porque a lo mejor os gusta con más sal que a nosotros, ya que somos un poco sosos (¡pero sólo en cuanto a la sal!).