Mezclamos todos los ingredientes en un bol hasta que estén perfectamente integrados y hasta que no haya grumos de harina. Si queréis podéis tamizarla pero no es necesario.
Engrasamos una sartén (nosotros usamos una de 20 centímetros de diámetro) extendiendo un poco de aceite con una servilleta de papel y ponemos el fuego al máximo. Cuando la sartén esté caliente, bajamos a fuego medio, echamos tres cucharadas de la masa y vamos girando y moviendo la sartén hasta que cubra completamente la base.
Cuando la masa se oscurezca porque empiece a tostarse ligeramente podemos darle la vuelta. Lo ideal es despegar un poco por una parte el crepe con una cuchara de madera y luego cogerlo con los dedos y darle la vuelta, pero si no os apetece achicharraros los dedos también podéis utilizar una espátula de madera. Si veis que aún no está dorado, dejadlo que se haga un poco más por ese lado.
Doramos el crepe por el lado que falta. El primero de cada tanda no tiene por qué salir perfecto en lo que a la forma se refiere, lo cual es una excusa perfecta para comérselo sobre la marcha mientras vais haciendo el resto.
Repetimos todo el proceso hasta que no quede masa.